Holaaaaaaaaa:D
como os prometí hoy os traigo el capitulo 2 de la historiaaaa(:
espero que os guste y que comentéeiiiis
muchísimas gracias a los que me apoyáis y me animáis a seguir escribiendo, aprecio mucho vuestros comentarios


buenoo... os dejo con el capi 2 (:





Capítulo 2: Decisiones







Escudriñé rápidamente el suelo fingiendo que había algo mínimamente interesante en él, porque se me hacía imposible mirar a Beth a la cara. ¿Cómo era posible que alguien tan dulce y angelical como ella tuviese leucemia? Ella, una chiquilla tan amable y bondadosa, siempre dispuesta a ayudar a los demás. ¿Era una especie de broma cósmica del destino? Aquella era una pregunta a la que era imposible responder, pero había algo que tenía muy claro: Beth no se merecía la muerte. Ni ella ni nadie, estaba claro, pero Beth era diferente. Ella era tan frágil, tan inocente. Ella era… Beth… y no podía morir tan joven. No sabía qué podía hacer, pero no pensaba dejar que muriese. No sin luchar antes con todas mis fuerzas. Pero… ¿Qué podía hacer yo para luchar en contra de una enfermedad? Y encima leucemia… No sabía demasiado bien lo que era la leucemia, solo había visto la mención de algún caso grave por televisión, pero aparte de eso, aquella enfermedad era una gran incógnita para mí.


Incapaz de seguir mirando al suelo por más tiempo, levanté la mirada y la fijé en Beth, dispuesta a formular todas las preguntas que me preocupaban enormemente.


“ Beth… “ empecé. “ Lo siento. “ dije cuando noté un cambio repentino en su apariencia. El peso del sufrimiento. “ Sé que no te apetece seguir hablando de esto, pero necesito que me aclares algunos puntos. “


Volví a posar mi mirada sobre ella, esperando su reacción, y al ver que su cara se mostraba inexpresiva empecé con el bombardeo.


“ ¿Puedes morir de leucemia, verdad? “


Beth meditó un poco la pregunta antes de responder.


“ Si, claro que puedes. Pero todo depende de lo evolucionada que esté la enfermedad, y de la persona que la padezca. “


“ Claro, claro. “ le respondí intentando asimilar sus palabras. “ Y… “ Tenía miedo de preguntarle aquello. Estaba total y absolutamente aterrada de lo que podía llegar a responderme. ¿Y si ella…? No, no podía ni pensarlo. Me negaba rotundamente a considerar la posibilidad de que Beth muriese. Punto. Pero pensaba que aunque no pudiese soportar la respuesta, tenía que conocer la gravedad del caso, mas no era capaz de darles palabras a mis pensamientos. El miedo de perderla era como una sombra que se posaba sobre mí y que me acosaba despiadadamente.


“ Quieres preguntarme cómo de avanzada está mi enfermedad, ¿verdad? “ soltó Beth de sopetón.


“ Si… “ dije avergonzada por haberla obligado a afrontar su miedo, cuando tenía que ser yo la que venciera al mío propio. Beth ya tenía bastante con lo que se le había caído encima.


Beth resopló.


La miré interrogativamente, pero ella se limitó a mostrar indiferencia y a esperar a que enmendara mis errores.


“ Eso es exactamente lo que quería preguntarte. ¿Vas a ponerte bien, no es así? “ Di que sí, por favor, di que sí… le rogaba interiormente.
Me miró. Se la notaba preocupada, e incluso un poco incómoda con la situación.


“ Dai…yo… “ Intentó seguir, pero se le quebró la voz y rompió a llorar silenciosamente, mientras un ligero temblor sacudía sus espaldas.


“ Beth… “ dije susurrando. “ Oh, no, Dios mío. ¡BETH! ¡Responde, te lo ruego! “
En aquel instante Beth paró de llorar, se enjuagó algunas lágrimas rebeldes que surcaban su mejilla con el dorso del jersey y clavó su vista en el suelo.


“ ¡Beth, por favor! “ le supliqué.


“ Dios, Dai, no lo sé. “ dijo aún con la voz rota y sin levantar los ojos de los azulejos del pasillo del edificio. Había recurrido a la misma táctica que yo: pretender que había algo interesante en el piso. “ Los médicos se han negado a darme información, solo sé lo que te he contado y poco más. Sobre el estado de la enfermedad… creo que la han detectado a tiempo, pero evoluciona más rápido de lo normal, y están realmente preocupados por ese detalle.


“ Me lo imagino. “ dije intentando ponerme en su piel. “ Pero… Bethy… ¿Cuánto hace que lo sabes? “ pregunté inocentemente.


“ Te lo he dicho antes. “ respondió un poco exasperada. “ Hace aproximadamente una semana.“


“ Es cierto, lo habías dicho antes, pero es que con los nervios se me olvida todo. Ahora solo hay una cosa que no para de dar vueltas dentro de mi cabeza y que me come viva por dentro…”


“ No sigas. “ suplicó mi amiga.


“ No iba a hacerlo. “ le dije horrorizada. No tenía intención alguna de exponerle mis dudas sobre la seguridad de su vida, ni mucho menos mis preocupaciones. La pobre ya tenía bastante, mucho y demasiado con lo suyo.
Nos quedamos en silencio, puesto que ninguna de las dos sabía que decir ni encontraba una forma de reconducir la situación hacia un tema más banal. Era imposible. De repente, una luz se encendió dentro de mi cabeza e iba a intentar entablar conversación, pero Beth se me adelantó.


“ Van a ingresarme en una semana. “ dijo de un tirón. “ Te lo digo por si querías saberlo. “


Casi se me cae la boca al suelo. Hospital, operaciones, análisis, enfermedades, diagnósticos,… Aquél mundo había estado muy alejado de mi hasta aquel entonces, y ahora sentía que las cosas iban a cambiar, y mucho. Incluso más de lo que yo podía llegar a imaginarme.


Beth se rió sin ganas al ver la cara que había puesto. Era probable que el color que teñía mis mejillas hubiese desaparecido y estuviese pálida como una muerta, o puede que algo peor. Si era posible, claro.


“ Tranquila, Daianne. No eres tú a la que van a ingresar. Además, no tienes la
obligación de ir a verme, y lo sabes. “


“ ¡¿Pero tú estás tonta?! “ le grité fuera de mis cabales. “ Bethy, “ le dije aún muy enfadada pero un poco más tranquila unos segundos después. “ eres mi mejor amiga, ¿Cómo quieres que no vaya a verte al hospital? Además, para que te quede claro, no me preocupa el hospital en sí. Me preocupas tú, y mucho. Más de lo que me gustaría admitir. “


“ Te quiero tanto. “ respondió rodeándome con sus brazos para abrazarme. “ Eres la mejor. “ Depositó un beso en mi mejilla y volvió a abrazarme con fuerza.


“ No, tu eres la mejor. “ le dije devolviéndole el abrazo y apoyando mi cabeza en su hombro. “Y yo te quiero más. “ añadí al final.


Beth se separó ligeramente de mí y me miró a los ojos, que para mi alivio, volvían a ser tan azules y vivos como siempre. La preocupación y el miedo no habían desaparecido de su cuerpo, pero al menos por el momento habían quedado en un segundo plano. Lo mismo me ocurría a mí. Minutos antes había estado a punto de estallar de los nervios, pero al hablar y actuar tan normalmente durante los últimos segundos se me había pasado un poco la inquietud.


“ Por cierto… “ pregunté rompiendo la atmósfera cálida y amistosa. “ ¿Lo sabe Eliot?“


El silencio volvió a hacerse el rey de nuestro espacio de conversación por milésima vez.


“ … “


“ ¿Bethy? “


“ No, y no quiero que lo sepa. “ dijo al fin.


“ Pero Beth… él es tu novio… tiene derecho a saberlo. Tanto como yo. “ le aseguré.


“ ¿Y? Que tenga derecho a saberlo ni significa que vaya a decírselo. Además, ya sabes cómo es, se preocupa por todo, incluso más que tú y yo, y eso que parece imposible. “


“ No seas exagerada. Te quiere con locura, y hace lo que tiene que hacer, que es preocuparse por su novia y desvivirse por ella. ¿Qué más quieres? “


“ Si, lo sé. No estoy cuestionando su amor hacia mí, es solo que no quiero preocuparlo más de lo que ya está. Vive preocupado, Dai.


“ Tienes razón. La verdad es que es exactamente como dices, pero creo que Eliot tiene derecho… “ A la mitad de la frase alguien me interrumpió con un sonoro carraspeo. Me giré inmediatamente, al mismo tiempo que Beth, y adivinad a quien nos encontramos…


“ ¿Qué pasa conmigo, chicas? “ dijo Eliot al sentir que recibía toda nuestra atención. “ Es que veréis, hace un rato que estoy sintiendo un molesto pitido en las orejas, y creo que ya sé quiénes son las responsables. “ Nos miro acusadoramente.


“ Culpable. “ me declaré al instante. “ Pero teníamos un buen motivo. “ Aquella era mi oportunidad perfecta para que Beth le contase a Eliot sobre su enfermedad. Era el momento de sincerarse. Además, creía que Eliot, como su novio que era, tenía que enterarse de lo que le estaba pasando a su amorcito. No entendía porque Beth se negaba a contárselo. Al fin y al cabo, si no se lo contaba ella lo haría otra persona, puesto que en aquel instituto los rumores circulaban a la velocidad de la luz. Y en mi opinión, era preferible que se enterase por la boquita de la afectada que por fuentes externas, porque de esa forma era menos doloroso y más creíble. Si Beth se lo contaba, le estaría demostrando a Eliot que confiaba plenamente en él y que esperaba que le diese todo su apoyo. Por todos aquellos motivos, hice de la mala de la película por una vez en mi vida. “ La verdad es que Beth tenía algo que quería decirte, pero no sabía cómo hacerlo, por lo que ha venido a pedirme consejo. “ dije mirando a Eliot y dedicándole una de mis mejores sonrisas. Sentí que Beth me estaba fulminando con la mirada, pero le hice caso omiso y me fui como si nada con un simple adiós, dejando atrás a una mosqueada Beth y a un curioso Eliot, que moría por saber de qué quería hablarle su chica.


No me sentí culpable de lo que había hecho ni un solo instante, puesto que creía que era lo correcto. Ahora los dos tendrían tiempo de pararse a hablar y sincerarse totalmente el uno con el otro, aunque la que tendría que hablar más era Beth, por supuesto, porque no es nada fácil explicarle a un ser querido que puede que te estés muriendo. No le había sido fácil conmigo, y con Eliot aún lo sería menos, porque él tenía una tendencia innata a preocuparse por sandeces. Sabía que se alarmaría mucho cuando Beth le explicase la situación, pero tendría que sobrellevarlo como pudiera. Era su deber como novio. Amarla y ayudarla en todo lo que estuviera en sus manos.


Miré el reloj y vi que aún faltaba media hora para que empezaran las clases de la tarde. No tenía ganas de ir, pero no me quedaba otro remedio, puesto que si los profesores notaban mi ausencia injustificada era probable que empezaran a hacer preguntas y a buscarme. Podía dar la escusa de que me encontraba mal y había ido a la enfermería, pero aquello solo me serviría para cubrir una hora de ausencia, que era el tiempo en el que ya me había ausentado. Por lo tanto, decidí que no me saltaría más clases por ahora. Caminé tranquilamente hacia ninguna parte, sin rumbo ni dirección, hasta que mi estómago reclamó mi atención. Estaba hambrienta. Lo estaba desde que me había encontrado con Beth, pero nuestra conversación me había quitado el apetito. Y ahora no estaba mucho mejor que antes, pero intentaba distraer mis pensamientos pensando en algo que no fuese ella. La comida era una buena solución. Me dirigí hacia el comedor, un lugar feo y sin necesidad de descripción. Entré y fui a buscar la comida, – si se le podía llamar comida, claro – y me senté en la primera mesa disponible que vi.


Estaba sola, pero no me disgustaban en absoluto mis momentos de paz y tranquilidad. Podía pensar mejor. Miré la comida con asco y por una milésima parte de segundo me planteé no comer nada. Pero finalmente, el hambre – feroz enemigo – pudo conmigo y me engullí aquella imitación de puré en dos cucharadas. Luego ataqué al pollo, que estaba desecho y tenía un sabor extraño, pero intenté no reparar en como sabía y concentrarme solo en comer. Para acabar de mejorar mi día, se les había terminado el postre, y ahora tenía que quedarme sin lo más bueno y atrayente de la comida. El flan. Lo amaba, estaba loca por él, y me enojó muchísimo haberme quedado sin, pero intenté no darle importancia y salir del comedor tan rápido como me fuese posible, rezando por no encontrarme a Fiona. Mis peticiones no fueron escuchadas, y para terminar de tener un día redondo, alguien me barró el paso cuando intentaba salir pitando por la puerta.


Bufé desesperada al verme sin escapatoria. Me reproché a mí misma no haber sido más rápida y no haber pensado en que podía toparme con Fiona hasta el último instante. Lo de Beth me tenía muy ocupada. Tanto que había olvidado a la harpía número uno del instituto, algo que parecía imposible en circunstancias normales.


“ Hey, Daianne “ me dijo Fiona con su irritante voz de pito. “ ¿Adonde crees que vas?“


“ Lejos de ti. “ le dije sin titubear.


“ Ja,ja. Muy graciosa. “ dijo sin reírse.


“ Entonces, si es tan gracioso, ¿Por qué no te estás riendo? “ le dije con fingida inocencia.


Su cara cambió por completo y me dirigió una mirada llena de odio.


“ Me sacas de quicio, señorita impopularidad. “


No me afectó su comentario, porque estaba harta de oír siempre la misma cancioncita. Fiona era una chica superficial y materialista que se divertía molestando a los que no eran como ella. Se consideraba la reina del lugar, y tenía a muchos alumnos besándole los pies. La mayoría de ellos la odiaban, pero por el solo hecho de estar más cerca de la popularidad o de no ser acosado, todos hacían lo que ella les mandaba. Pero claro, yo era la excepción, y aquello la frustraba. No estaba acostumbrada a encontrar a alguien que no se sintiera atraído por la popularidad, y a mí no había nada en el mundo que pudiese importarme menos. La gente popular era excéntrica e hipócrita, siempre creyéndose mejor que los demás cuando en realidad eran incluso peores. Su aspecto exterior no justificaba las maldades y atrocidades que cometían a diario. Fiona era una abusona, y los abusones me crispaban los nervios.


Había tenido que proteger a Beth de Fiona en algunas ocasiones, porque ésta estaba celosa de su inocente belleza. Beth y Fiona eran totalmente opuestas en todos los aspectos. Beth era inocente y su aspecto era el de un ángel puro y brillante. Fiona también era guapísima, algo que yo odiaba admitir, pero mi lema siempre ha sido la verdad por encima de todo. Pero su belleza era distinta a la de Beth. Fiona era bastante bella, pero no fuera de los límites normales como Beth. Además, era conocida principalmente por su fama con los chicos, y eso le restaba muchos puntos.


“ ¿Te aprendes las frases de memoria, Fiona? Porque siempre estás diciendo lo mismo… Yo ya sabía que tu lista de vocabulario no era muy extensa, pero , francamente, me ha sorprendido lo estúpida que puedes llegar a ser. “


Su cara se volvió roja. Ya estaba, ya lo había hecho. Ahora no había marcha atrás, y tendría que soportar las consecuencias de mi pecado. Su ira se descargaría sobre mí como una tormenta eléctrica.


“ ¿Pero tú que te crees, don nadie? ¿Qué puedes ir hablando así a la chica más popular del instituto? Te has metido en un buen lio, listilla. “


“ Uy, si, mira como tiemblo. “ dije burlándome de su comentario.


“ Si,si. Ahora ríete, pero por si no lo sabes, quien ríe último ríe más. “ dijo curvando sus labios color cereza en una sonrisa y mostrando sus perfectos dientes.


“ En realidad, Fiona, el refrán no es así. “ le dije vacilándola un poco más de lo que ya había hecho. Total, ya no podía odiarme más que ahora. “ Es quien ríe último ríe mejor. “


“ Da igual. “ Era consciente de su error y estaba avergonzada, pero intentó disimularlo escondiéndose bajo una capa de superioridad que siempre la rodeaba. “ Si yo digo que el refrán es quien ríe último ríe más, significa que es como yo lo digo, ¿estamos? “


“ Como tu digas. “ respondí sin poder esconder una sonrisa. “ Yo solo te he dicho la verdad, pero claro, en tus manos está alterarla a tu voluntad. “


“ Cállate, estúpida. Si sabes lo que te conviene ahora mismo vas a salir de mi vista y no vas a volver a aparecer nunca más delante de mí. “


“ ¿Perdón? ¿Quién te crees que eres para darme órdenes? ¿Es que aún no te ha quedado claro que yo no soy como los demás, que a mí no vas a poder moldearme a tu voluntad? No soy tu títere, Fiona. Es más, ni si quiera estoy a tu alcance. Y si de verdad sabes lo que te conviene, serás tú quien saldrá de mi vista y no se aparecerá más delante de mí. “ Ahora sí que había metido la pata de lleno. Había hecho gala de una valentía que no poseía, y tendría que cargar con las consecuencias.


La reacción de Fiona fue tan predecible como siempre. Era una persona irascible, que con la mínima contradicción la tomaba contigo y no te dejaba hasta humillarte completamente. Sabía de chicas a las que había acosado y que no habían vuelto a aparecer por el instituto nunca más; pero yo tenía claro que no iba a ser una de ellas. Los comentarios de Fiona no me intimidaban en absoluto, pues sabía que ella hablaba mucho pero no hacía nada, ya que toda la fuerza se le escapaba por la boca. Aún así, me era desagradable toparme con ella todos los días, por lo que intentaba evitarla, algunas veces con más éxito que otras. Intentaba evitarla principalmente porque no quería que me cogiese más tirria de la que ya me tenía, pero también lo hacía porque perdía mucho tiempo hablando con semejante idiota. No le tenía miedo, pero tampoco quería jugar con fuego, porque podía acabar quemándome.


“ ¡Tú! ¿Qué t-te ha-has creí-í-d-do? “ respondió incapaz de controlar su tartamudez de lo enfadada que estaba.


“ Oh, Fiona. “ respondí incapaz de dejar de mirar mi reloj; tenía prisa por irme de allí. “ Si quieres puedo recomendarte un logopeda muy bueno para que te ayude con tus pequeños problemas de… tartamudez. “ Aquella fue la gota que colmó el vaso. Era probable que estuviese a punto de quemarme por haber cogido las llamas entre mis dedos, por lo que recé deseando que no se hubiera vuelto loca.


“ ¡Zorra! “ gritó antes de lanzarse sobre de mí, apuntándome con sus uñas pintadas de rojo carmesí .


Aquel ataque me pilló por sorpresa, por lo que no habría podido defenderme si no hubiera sido porque Josh, el novio de Fiona, se interpuso entre ella y yo cogiendo a su novia por la cintura y llevándosela lejos, no sin antes mirarme y dedicarme una sonrisa a modo de disculpa por el comportamiento de Fiona.


Josh era un buen tipo, o así lo consideraba yo. Rubio y de ojos azules, era el típico chico de instituto por la que todas babean y que está destinado a quedarse con la chica más linda y sexy del lugar. Él no era la excepción a la norma, puesto que estaba saliendo con Fiona, pero era distinto a ella en muchos sentidos. No era un abusón, era simpático y muy agradable. En otras circunstancias, sin la estúpida de Fiona en medio, probablemente hubiésemos sido grandes amigos, pero ella era un obstáculo en nuestra amistad y siempre lo había sido. Por lo tanto, Josh se dedicaba a interponerse entre nosotras en el momento indicado, cuando Fiona se salía de control. Aquella era la gran amistad que había entre Josh y yo. Era algo de agradecer, porque me había salvado el pescuezo más de una vez. No es que fuese una chica débil, más bien al contrario, yo siempre fui fuerte. Pero a veces, Fiona me tomaba por sorpresa y no tenía tiempo para reaccionar. Como hoy, por ejemplo.


Dejé de darle vueltas a la rabieta de Fiona y me dirigí hacia mi siguiente clase.
Faltaban dos minutos exactos para que sonara el timbre que indicaba el fin del receso, y yo no tenía intención de volver a hacer pellas. Caminé tranquilamente por el pasillo aún vacio, –los estudiantes estaban aún en el comedor, intentando retrasar lo inevitable– y me detuve solo cuando oí dos voces aproximarse. Escudriñé los alrededores hasta que divisé las figuras de Beth y Eliot a lo lejos, andando a paso ligero. Les hice un gesto de saludo con la mano, y al verme cambiaron el rumbo y se dirigieron hacia mí.


Los dos estaban sonriendo, por lo que supuse que había ido bien y que ahora estaban más unidos que nunca. Me alegré por ellos; era bueno que al menos alguien estuviese mínimamente feliz.


“ ¿Cómo estáis, parejita? “ Les dediqué mi mejor sonrisa, aquella que guardaba para las ocasiones especiales.


“ Fenomenal. “ respondió Beth, devolviéndome la sonrisa.


Eliot la miró tiernamente durante un instante y luego se dirigió a mí.


“ Lo mismo digo. “


“ Me alegro por vosotros, de verdad. “


“ Por cierto, Beth. “ siguió Eliot. “ Debo darte las gracias por haber obligado a Beth a contarme lo que le sucedía; la verdad es que últimamente la notaba muy extraña, pero no le había dicho nada para no presionarla. Ahora que estoy al corriente de la situación estoy mucho más preocupado que antes, pero al menos ya sé a lo que me enfrento. Y Beth también sabe que voy a apoyarla en todo y más. “


“ Eso es exactamente lo que quería oír. “ le respondí infundiéndole ánimos. “ Beth, no es necesario que me des las gracias. “ dije posando mi mirada sobre ella.


Como única respuesta, la chica se limitó a reír por lo bajo y a mirar a Eliot con intensidad. No me había equivocado, su confianza era mucho mayor que antes.


Teníamos la intención de seguir hablando, pero el timbre interrumpió la conversación y se llevó todo lo que teníamos en mente. Entramos cabizbajos al aula de arte – la clase que nos tocaba a primera hora de la tarde – y nos sentamos en nuestros sitios respectivos. Yo al fondo de la clase; Eliot y Beth al lado de la ventana. Esperamos pacientemente a que los alumnos fuesen entrando pacientemente a clase, y cuando estuvimos todos y el bullicio reinaba en aquella habitación, la profesora hizo acto de presencia. Lina era una mujer que rondaba los cuarenta años, pero que aparentaba muchos más. Vestía un poco extravagante, mezclando colores que no tenían nada que ver los unos con los otros, y llevaba unas gafas demasiado grandes para su rostro, pero era una profesora muy querida por todos. Era simpática y graciosa, y aunque a veces un poco desfasada, intentaba hacer las clases más llevaderas e interesantes. Arte era mi asignatura favorita, en parte gracias a Lina, porque había hecho nacer en mí una vena artista.


Lina nos saludó efusivamente y se dispuso a empezar con su clase, pero un sonoro golpe en la puerta la interrumpió.


“ Adelante. “ dijo levantando la voz para que la persona que esperaba detrás de la puerta pudiese oírla.


La puerta se abrió ligeramente y apareció la cabeza del conserje Adam por el reducido espacio.


“ Siento interrumpir la clase, Lina, “ se excusó Adam. “ pero la señorita Gabini tiene una llamada urgente procedente de su casa. Por lo tanto, necesito que me acompañe. Señorita Gabini… “ dijo buscándome frenéticamente por el aula. “ acompáñeme por favor. “ terminó posando su mirada unos breves instantes sobre mí en cuanto me hubo localizado.


Me levante silenciosamente, muy sorprendida de que mis padres me hubiesen llamado en horario escolar, puesto que no era su estilo. Miré significativamente a Beth, quién me devolvió una mirada interrogativa. Le sonreí y me dirigí hacia la puerta, murmurando un adiós ininteligible y fijando la vista en Adam, el conserje. Era un hombre de mediana edad a quién se le notaba que había sufrido mucho durante su juventud. De rasgos muy pronunciados y tez oscura, había envejecido prematuramente. Aún así, era un buen hombre, siempre dispuesto a ayudar a los demás. Al salir del aula, le seguí unos metros por detrás hacia la conserjería. Caminábamos a paso rápido, sin detenernos en ningún momento. Cuando llegamos a nuestra destinación, Adam me acercó un teléfono rojo que tenía toda la pinta de ser una verdadera antigüedad. No lo había usado nunca antes, pero recordaba haberlo visto alguna vez durante mis breves visitas al conserje. Lo cogí dubitativa y me lo acerqué a la oreja.


“ ¿Si? “ pregunté impaciente.


“ ¿Hija? “ Sin duda era la voz de mi madre, y parecía bastante nerviosa.


“ Si, mamá, soy yo, Daianne. “


“ Oh, hola cariño. Debes venir a casa. “ dijo sin rodeos.


“ ¿Pero qué…? ¿Ahora…? “ Estaba muy confundida, era anormal que mi madre me llamase en el colegio, nunca antes lo había hecho, pero era aún más sorprendente que lo hiciese para pedirme que volviera a casa.


“ Si, ahora. Es muy urgente. “ Su voz era apremiante, y parecía como si hubiese estado llorando, porque su voz sonaba ligeramente diferente.


“ Pero mamá, ¿Qué está pasando? Estoy asustada… “


“ No, nada grave. “ dijo intentando quitarle importancia al asunto. “ Pero tienes que volver a casa. “


“ Pero, ¿ahora? ¿No puedes esperar a que terminen mis clases? Solo falta una hora… “


“ No. “ dijo rotundamente. “ Tu padre y yo necesitamos discutir algo contigo, y necesitamos hacerlo ahora mismo. “


“ Pues… ¿ahora voy? “ le dije a modo de pregunta.


“ Si, papá va a venir a recogerte ahora mismo. Ya está en camino. Beso, adiós.“


“ Que rapidez. “ murmuré antes de darme cuenta de que mi madre me había colgado sin darme tiempo a despedirme. “ Adiós, mami, yo también te quiero. “ le respondí aún sabiendo que no podía oírme.


Agradecí al conserje por las molestias, y me fui a clase a recoger mis cosas. Entré llamando tímidamente a la puerta y le pedí permiso a la profesora para abandonar la institución. Le dije que mis padres habían llamado y que tenía que volver a casa. No puso ninguna objeción. Miré a Beth de reojo mientras recogía mis cosas a toda prisa y me despedí de ella y de Eliot con un movimiento de cabeza. Me dirigí hacia la puerta sin volver la cabeza atrás y salí dignamente. Una vez en la calle, vi que el coche de mi padre ya estaba estacionado en una esquina, aparcado en doble fila. Miré al interior y divisé a un nervioso padre que miraba de un lado a otro frenéticamente. Me eché a andar a paso rápido, y una vez dentro del coche le di un beso en la mejilla a Richard.


“ Hola, papá. “


“ Hola, hija. “ La voz de mi padre no estaba en mejor estado que la de mi madre, se le notaba cansado y derrotado. No pude hacer nada más que compadecerme de ellos y asustarme por lo que había podido pasar que los pudiera tener bajo aquel estado de estrés. Su aspecto no se encontraba mucho mejor; noté que había cogido lo primero que había encontrado y que llevaba las gafas un poco torcidas. Richard siempre había sido un hombre atractivo, y las gafas le daban un toque intelectual, pero ahora, torcidas como se encontraban, le daban un aire de profesor chiflado.


Decidí esperar a que mi padre empezase a hablar, pero al ver que no intentaba iniciar conversación alguna, me di por vencida y decidí esperar hasta llegar a casa. No vivíamos muy lejos del instituto, por lo que acostumbraba a ir a pie. Me había sorprendido que mi padre me viniese a buscar en coche, pero no había puesto ninguna objeción porque odiaba caminar, y la idea de moverme en transporte me parecía muy tentadora. Después de cinco minutos dentro del coche – unos minutos que se me hicieron eternos porque reinaba entre nosotros un silencio incómodo – llegamos a casa sanos y salvos. Bajamos del coche rápidamente y entramos en casa a la velocidad de la luz.


Una vez dentro, noté que mi madre estaba sentada en el sofá con los codos encima de las piernas, y que mi padre se posicionaba a su lado sigilosamente. Aquel era su sitio para las conversaciones importantes. Lo sabía porque un año atrás me habían sermoneado sobre las desventajas del alcohol en aquél mismo sofá y en aquella misma posición. Me asusté. Los miré detenidamente, intentando leer sus rostros, pero el de mi madre estaba escondido detrás de sus manos y el de mi padre era una fría máscara sin expresión. Ya no podía estar más asustada. Mi padre me miraba con indiferencia, y cuando mi madre levantó la cabeza, vi que tenía los ojos vacios, y adiviné que era de tanto llorar.


“ Oh, vamos, qué pasa. “ estallé al fin. “ ¿Me habéis hecho venir hasta aquí para limitaros a mirarme sin decir nada? “


“ Daianne… “ empezó mi madre, temblorosa. “ Sabemos que lo que vamos a decirte no te gustará, pero es nuestro deber cuidar de ti, y con ese propósito haremos lo que sea necesario. Lo entiendes, ¿verdad? “


“ En serio, suéltalo de una vez. “ Estaba empezando a ponerme nerviosa. Intentaba hacerme la dura, pero me era totalmente imposible, puesto que el estado en el que se encontraban mis padres me hacía temer lo peor. ¿Qué diablos estaba pasando? ¿Y a que se referían con cuidarme y a hacer todo lo que creyesen necesario para aquél propósito?


“ Daianne, por favor, un poco más de respeto hacia tu madre. Ya es bastante difícil sin que tú nos presiones, así que, por favor, no compliques más las cosas. “


“ Si, si, lo que tu digas. “ dije rodando los ojos. “ Lo siento mamá. “


“ Hija… “ contestó mi madre, incapaz de seguir aguantando sus lágrimas.


“ Georgina. “ la consoló mi padre. “ Tranquila, vamos, tranquila. No es necesario que se lo digas tú, puedo hacerlo yo. “ le aseguró. “ Ve al cuarto, túmbate un rato. Vuelve cuando te sientas mejor, ¿vale? “


“ Richard… “


“ Haz lo que te digo. “


Mi madre, más sumisa que nunca, acató la orden que le había dado mi padre y se fue a su cuarto. Me entristecía profundamente verla tan mal. Ella era una mujer linda y llena de una vitalidad de la que yo carecía. La estrella de la casa, siempre dispuesta a salir y a pasar un buen rato. Aunque la edad le había pasado factura, aún conservaba la mayor parte de su belleza. Ella era como un cisne nadando entre patitos feos. Pero ahora… estaba demacrada, y parecía haber perdido la vitalidad tan característica que siempre la acompañaba.


“ Papá. “ le insté a seguir, desviando la atención de mi madre.


“ Antes que nada, es mejor que te sientes. “


Me senté sin rechistar y le miré expectante para obtener una respuesta.


“ Verás, “ empezó sin vacilar. “ ya sabes que últimamente tu madre y yo hemos estado en desacuerdo en algunos puntos. “ dijo remarcando especialmente la palabra puntos. “ También sabes que decidimos divorciarnos. “ Me miró esperando una reacción.


Asentí como única respuesta. Si había tenido alguna esperanza de que no se separasen, por pequeña que fuese, se acababa de disolver con la misma rapidez que había aparecido.


“ Pues hemos terminado con el papeleo, y ahora mismo no encontramos ningún motivo para vivir bajo el mismo techo. “


“ ¿Y ya está? ¿Eso era tan importante? Es asunto vuestro, y no mío. “ Estaba perpleja. ¿Por semejante estupidez me habían hecho salir del colegio?


“ Aún no he terminado. Calla y escucha, por favor. Y sobre todo, no vuelvas a interrumpirme. “ Me miró por encima de sus gafas, lanzando una advertencia. “ Tu madre y yo hemos estado hablando y hemos llegado a la conclusión de que ninguno de los dos puede quedarse a vivir en esta casa, “ dijo abarcando toda la habitación con la mirada. “ ya que queremos empezar una nueva vida alejados de todo lo que tenga que ver con ésta. “ continuó volviendo a abarcar el espacio donde nos encontrábamos con la mirada. ”Eso no te incluye a ti, por supuesto, porque te queremos con todo nuestro corazón. Pero el caso es, que ahora ninguno de los dos tiene la economía necesaria para mantenerte. “ Hizo una breve pausa mientras se frotaba los ojos con las manos.
“ Mientras vivíamos juntos y sumábamos la paga del uno a la del otro, no teníamos problema alguno para proporcionarte todo lo necesario, pero ahora que nuestra economía va a verse reducida a la mitad, nos es imposible cuidarte y proveerte de lo indispensable. Podríamos pagar una mitad cada uno, pero preferimos no tener contacto entre nosotros durante un tiempo... Además, tenemos que mudarnos, cada uno a un lugar distinto, y eso comporta más gastos. “ Detuvo su relato durante unos instantes para ver mi reacción, pero al ver que no hacía nada en especial, lo retomó donde lo había dejado. “ Por lo tanto, nos hemos roto la cabeza hasta hallar una solución temporal, que solo durará hasta que podamos establecernos y garantirte una vida cómoda y sin problemas. Cuando eso suceda, vas a vivir una temporada conmigo y otra con tu madre. Pero mientras tanto, creemos que la mejor solución es que te vayas a vivir con la hermana de tu madre, Rachel. “


“ Te refieres a… ¿mudarme? “


“ Si. “ dijo suspirando.


“ No. No voy a hacerlo. Me niego rotundamente. “


“ No te estoy preguntando por tu opinión, Daianne, sólo te estoy informando sobre nuestra decisión. Te vas en dos días. “



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y aquii termina el capii 2 :)


espero que os haya gustado y como he dicho antes, comentad haha




besoos






Jeei!


Hola holitaaaaaaa(:

vengo para informaros de que mañana por la mañana voy a colgar el segundo capítulo de mi historia. - que aún no tiene nombre - Espero que os guste y que os anime a seguir leyendo. Aunque os aviso que la cosa no está demasiado interesante, puesto que es solo el principio. Sed pacientes y esperad un poquitoo^^ que las cosas buenas se hacen esperaar<3


enFiiiiiiiiiin... no me alargo más y me despido ahora mismo, que mañana vais a tener palabras mías para dar y tomar.




besitoos ;)







Jeei.


Holaaaaaa:D

Estoy orgullosa de poder traeros hoy el primer capitulo de mi nueva historia, que por cierto aún no tiene nombre... Enfin... espero encontrar un nombre adecuado antes de terminarla...hahaha Bueno, espero que os guste el primer capítulo, alguien a lo mejor lo encontrará un poco flojo o aburrido, pero tengo que empezar introduciendo la acción, porque, ya sabéis lo que dicen, que las cosas buenas se hacen esperar<3, no os doy más la lata y os dejo leer el primer capi, espero que os guste, pero si no os gusta aceptaré encantada vuestras críticas y buscaré desesperadamente mejorar. :D



Capítulo 1: Malas noticias







“ ¡Dai! ” oí a mi mejor amiga Beth llamarme con un deje de desesperación en la voz. “ ¡Dai, por dios! ¿Dónde te has metido? “ me exigía suplicante. De pronto, me sentí mal por haber desaparecido, puesto que la había hecho preocuparse sin necesidad alguna.


“ Estoy aquí, Beth. “ le respondí al fin, cansada de seguir arrastrando mi culpabilidad.


Salí de mi escondite de un salto y me planté delante suyo exhibiendo una sonrisa divertida, a la que ella respondió con una mirada llena de odio e irritación.


“ ¿Dónde diablos te habías metido? “ me exigió con fiereza. “ Llevo buscándote desde que se terminó la clase de Lengua. ¿Por qué has faltado a clase? No es propio de ti. Me tenías realmente preocupada, creí… creí que te había pasado algo malo. En serio, Daianne, no puedes volver a desaparecer tan de repente, de un momento para otro. Sabes que me preocupo. “


Puse los ojos en blanco. Otra vez estaba la dulce y tierna Beth con un discursito que siempre era el mismo y que ya debía de saberse de memoria. Al principio me parecía divertido, porque amaba que mi mejor amiga me apreciara tanto, pero ahora empezaba a molestarme su constante preocupación.


“ Tranquila, Beth. Estoy bien, mira. “ le dije dando una vuelta sobre mí misma, en un ridículo intento de parecer una bailarina. “ No es necesario que sigas preocupándote cada vez que no me tienes a menos de un metro. “


Mi comentario no le pareció justo, y me lo demostró haciendo unos pucheritos que siempre me derrotaban totalmente, dejándome KO y haciéndome sentir muy culpable.


“ No, Bethy. “ le dije suplicante. “ No me pongas esa carita, que nos conocemos. Tienes que empezar a disfrutar de la vida, sin preocuparte por todo durante todo el tiempo. “


“ No es eso Dai, y lo sabes. Sabes que no es seguro andar por los pasillos de la escuela en horas de clase. Ya lo sabes… dicen que a veces pasan…cosas. “


No. Otra vez con la estúpida historia de los fantasmas y los espíritus. Todo el instituto Royal Keith hablaba de lo mismo. ¿Es que no encontraban aburrido estar parloteando siempre sobre el mismo tema absurdo e infructuoso? Hatajo de estúpidos.


“ Beth. “ le dije, ahora muy seria, examinando atentamente su pequeño rostro con forma de corazón y su tez muy pálida, sus enormes ojos azules y saltones y su rubio y rizado pelo, que le caía por los lados de la cara de una forma muy graciosa, creando una aureola dorada a su alrededor. Sus tirabuzones, que le llegaban hasta la espalda, eran de un rubio casi albino, que dolía a la vista, porque cada vez que lo admirabas tenías que aguantar las ganas de robárselo. Era tan linda. La combinación de todos sus dulces rasgos la hacían parecer una muñeca de porcelana, y su pequeño cuerpecito solo ayudaba a acentuar más la visión de una dulce muñequita. La quería. Muchísimo. Era mi mejor amiga desde que había entrado en aquél instituto lleno de gente extraña. Era de las pocas personas normales que había allí. “ ¿No hablamos ya sobre el tema de fantasmas y espíritus? “ le reproché con intención de hacerla sentir culpable. “ Creí que ya te había quedado claro lo que pensaba yo sobre esa idiotez. Que no me creía nada y que no le daba ninguna importancia, y también creí que tú habías estado de acuerdo conmigo. ¿Qué ha pasado, pues, para que hayas cambiado tu opinión de un día para otro? “


Ella se mordió el labio, dubitativa sobre lo que tenía que contestarme. La había puesto en un aprieto, ella sabía que lo que yo había dicho era cierto. Pero había algo. Algo que ella había estado ocultándome desesperadamente durante las dos últimas semanas. Algo que yo quería saber con todas mis fuerzas. Habían pasado cinco años des de que nos habíamos visto las caras por primera vez, des de que nos habíamos mirado a los ojos y habíamos descubierto que era nuestro destino ser las mejores amigas. Desde los 12 años. Y hasta ahora, Beth nunca me había escondido nada. Nunca. Hasta ahora, ella siempre había sido como un libro abierto, fácil de leer. Pero ahora parecía como si hubiera algo que no quería contarme. Lo notaba en su mirada ligeramente distante y en la forma en qué se mordía el labio cuando tenía que inventarse una escusa a toda velocidad. Y no me disgustaba. No había estado presionandola hablándole sobre el tema porqué probablemente se trataba de algo muy delicado. Por aquel motivo, me había dedicado a esperar pacientemente durante las dos últimas semanas, pero ahora la espera me estaba hartando. ¿Qué era lo que la tenía tan preocupada? ¿Tan malo era que no podía ni decírmelo?


Aquél era uno de los muchos motivos por los que había decidido hacer pellas. No quería ir a clase de Lengua, puesto que Cliff, el profesor calvo, regordete y tirano que impartía la asignatura era aburrido y se pasaba toda la clase rascándose la cabeza pelada y hablando sobre cosas estúpidas que no le interesaban a nadie. Ni siquiera le interesaban a él mismo. Por lo tanto, pasaba de ir a aquella clase. Pero también había otro motivo a parte de Beth y el profesor de lengua por el que no quería ir a clase. Mis padres se estaban divorciando.


Me lo habían contado tres días atrás, y yo aún no podía creérlo. Ellos, que parecían ser la viva personificación del amor. Aquél era uno de los motivos por los que ya no creía en aquél estúpido sentimiento al que algunos llamaban amor. Siempre se terminaba, y mis padres me lo habían demostrado con creces últimamente, gritándose continuamente y discutiendo por estupideces. Estaba muy harta de todo. Por eso, cómo último recurso, había decidido faltar a clase. Total, a nadie le importaba. Mis padres estaban demasiado ocupados llenando el papeleo del divorcio y lanzándose platos por la cabeza, por lo que no tenían tiempo ni para mí ni para mis estudios, y parecía que Beth tampoco me prestaba demasiada atención últimamente. Estaba como ida, y por eso no había podido explicarle que mis padres se estaban divorciando y que yo cada vez me sentía más sola y vacía. Últimamente las dos nos habíamos distanciado, por diferentes motivos en cada caso. Me gustaba que ella me guardara algún secreto, porque la intimidad es algo bueno y Beth nunca había gozado excesivamente de ella, ya que en su casa nunca le dieron intimidad, y por eso siempre estaba contándomelo todo. Tampoco me disgustaba su muestra de confianza, pero a veces hay cosas que es mejor guardarse para uno mismo, como por ejemplo, un sueño erótico con un viejo de ochenta años. En serio, no era necesario que me lo explicase con tantos detalles. Pero, ahora mismo, teniéndola delante, tan pequeña, tan desprotegida, mordiéndose el labio con desesperación, intentando inventarse una escusa creíble, sin darse cuenta de que hacía cinco minutos que nadie hablaba, deseé que me lo contase todo. Deseé que me explicase porque su actitud estaba siendo tan extraña últimamente. Y deseé contarle lo destrozada que estaba. Lo mucho que necesitaba tener a mi mejor amiga a mi lado cuando mis padres se estaban destrozando la vida y me la estaban destrozando a mí. Necesitaba hablarlo con alguien, sentía que iba a explotar. Miré a Beth significativamente durante unos instantes, y cuando ella se dio cuenta de que la estaba observando me dirigió una triste mirada de arrepentimiento.



“ Lo siento, Dai. “ se dignó a decir finalmente, rompiendo el silencio. “ Sé que sabes que te he estado ocultando algo durante dos semanas. Lo sé por la forma en que me miras. “ intenté responder, pero ella me cortó antes de que pudiera abrir la boca siquiera. “ Espera, no digas nada, déjame terminar por favor. “ me suplicó. “ Lo sé, y lo siento. Siento haberte tenido tan preocupada, siento haber pasado de ti estos días. Me arrepiento tantísimo. “ dijo apenada, casi llorando.” Y en cuanto a los fantasmas, era solo una escusa para poder regañarte. “ volvió a morderse el labio con insistencia. “ Creo que necesitaba hacerte sentir culpable, hacer que te sintieras como yo me estoy sintiendo ahora mismo. Y lo siento mucho. Tengo que disculparme por haberte fallado cómo amiga. “


Las lágrimas que tanto habían estado amenazando en asomarse por sus ojos, empezaron a descender silenciosamente. Estaba llorando. Mi dulce y apreciada Beth estaba llorando. Lágrimas enormes y transparentes. No podía permitirlo. Ella, tan débil, tan inocente. Siempre protegiéndola, siempre evitándole sufrimientos. Y ahora, era yo quien la estaba haciendo llorar. Des de la primera vez que nos habíamos visto y la amistad había nacido en nuestro interior, no me había despegado de su lado, ni ella del mío. Beth siempre había sido frágil y llorona, y yo me había propuesto protegerla. Des de nuestro primer años juntas, me había dedicado a hacer de guardaespaldas. Ella, bonita y brillante por naturaleza, siempre había despertado envidias y odios por parte de las chicas. Y a la viceversa, deseo por parte de los chicos. La protegí de las chicas, con sus intentos de dejarla en ridículo, y de los chicos, con sus manos largas y sus hormonas descontroladas. A cambio, ella me regalaba sus sonrisas y su brillante amistad. Tenía suficiente, y ella también. Y ahora la había hecho llorar.


“ Estúpida. “ le dije cariñosamente. Ella levantó la cabeza del suelo, donde había estado mirando para disimular sus lágrimas, aunque sabía de sobras que yo la conocía lo suficiente para saber que había estado llorando. Tenía los ojos ligeramente rojos y la cara humedecida por las lágrimas. “ No me has fallado como amiga. “ le aseguré. “ Tan solo es... que… no lo sé. “ tragué saliva, dispuesta a decir lo que realmente me rondaba por la cabeza des de hacía dos semanas. “ Últimamente te has distanciado de mí, y me preocupa. Siento como si estuvieras muy lejos de mí, como si no pudiera alcanzarte. Necesito estar a tu lado. Quiero que confíes en mí para contarme lo que sea que te preocupa tanto. Prometo que voy a estar a tu lado sea lo que sea. No voy a irme. Lo juro. “


Ella me miró, con una expresión inescrutable en su rostro. Estaba meditando sobre que debía hacer, si contármelo o no hacerlo. Finalmente, se dio por vencida, ya que suspiró y levantó la cabeza, mirándome directamente a los ojos.


“ Tienes los ojos muy verdes. “ me dijo, ante mi sorpresa.


Le lancé una mirada que era una mezcla entre risa, irritación y sorpresa. Sobretodo sorpresa.


“ Lo sé. “ le respondí suspirando. “ Pero no sé a qué viene esta afirmación ahora. No es como si no supieras que tengo los ojos verdes, ¿verdad? “


“ No. “ aceptó. “ Sé que tienes los ojos verdes. Lo sé des de que te vi por primera vez. “


Enarqué las cejas.


“ Pues entonces, ¿a qué ha venido el comentario? “


Volvió a morderse el labio, nerviosa.


“ No lo sé.” Confesó al fin. “ Sentí que tenía que decirte algo, cualquier cosa. En realidad, Dai, no quiero contarte lo que me pasa. No quiero preocuparte. Porque te quiero, y sé que tú también me quieres y lo que te voy a decir te preocupará. “


“ ¿Pero es que no lo ves? “ le dije al fin. “Hablándome crípticamente sólo consigues que me preocupe más. Suéltalo de una vez por todas, maldita sea. “


Beth me miró sorprendida. Yo no era muy propensa a las palabras malsonantes. Sólo cuando estaba realmente molesta, o muy nerviosa. Pero aquella era una ocasión especial. Tenía, no, necesitaba saber que le estaba pasando a mi amiga. Tenía que ser algo muy grave, y yo quería ayudarla. Quería estar a su lado y darle todo mi apoyo.


“ Está bien. Puede que tengas razón. “ dijo más convencida. “ Pues… la verdad… “ empezó a hablar, pero su voz quedó amortiguada por el timbre que anunciaba el final de las clases de la mañana. El timbre que indicaba que era la hora de ir a comer. Mi estómago respondió al timbre alegremente. Me moría de hambre, puesto que no había almorzado. Y saltarse clases cansaba. Era bastante problemático, ya que tenías que esconderte cada vez que un profesor pasaba distraídamente por el pasillo. Aquél era uno de los motivos por los cuales me había refugiado en el baño de las chicas. Los profesores no entraban allí, ya que disponían un baño en su sala de reuniones.
Beth me miró preguntándome si quería que continuase o si quería dejarlo para otro momento. Le asentí imperceptiblemente con la cabeza, dándole a entender que no la dejaría escapar hasta que no me lo hubiera contado todo.


“ Bien. “ respondió asintiendo con la cabeza. “ Pero creo que es mejor que empiece des de el principio. “


La miré, expectante, animándola a continuar con su relato.


“ Hace aproximadamente un mes, empecé a notar que iba perdiendo peso lentamente. No era demasiado y no se notaba en absoluto, y por eso no le di importancia. Los días fueron pasando, y yo me pesaba cada día, y cada día me daba cuenta de que había adelgazado uno o dos gramos. “


Paró un momento la historia, inspirando profundamente para no ponerse más nerviosa de lo que ya estaba. Mientras tanto, yo la miraba curiosa y un poco preocupada.


“¿Y…? “ la animé a seguir.


“ Y no todo se acabó con la pérdida de peso. Unos días después, o puede que una semana después, no me acuerdo, empecé a sentir cansancio. No le di la menor importancia, porque lo atribuí al estrés de los exámenes y a la falta de sueño. Estoy estudiando mucho, ya lo sabes. “


“ Si, lo sé. “ corroboré.


“ Así que, los días fueron pasando y yo me acostumbré a bajar de peso y a estar al borde de la extenuación. Como te he dicho, lo atribuía totalmente a los estudios, por lo que ni me planteé ir a ver al médico. Y no lo hubiera hecho aún ahora, si no fuera porque hace seis días empecé a tener fiebre y algunas alucinaciones. También podían ser atribuidas al cansancio, está claro, pero lo que pasó fue que mi madre se dio cuenta de que estaba enferma, y ya sabes cómo son las madres. Bueno, ya sabes como es MI madre. “


“ Si, lo sé. “ dije rodando los ojos. Lo sabía demasiado bien, puesto que cuando iba a su casa no me la podía sacar de encima hasta que le había jurado y perjurado mil veces que no me drogaba, que no tenía sexo con extraños y que no iba a llevar a su hija por el mal camino.


“ Discutí muchísimo con mi madre para que no me llevase al médico, pero ella no quiso oír ni una palabra, y me hizo sentir como si mi opinión no contase para nada. Me sacó de la cama a rastras, me empujó hacia el coche, me puso el cinturón de seguridad y me llevó al médico. “Eres una exagerada. “ le repetía sin parar de camino al doctor. “ Lo hago porque te quiero y quiero estar segura de que estás perfectamente, cariño. “ me respondía una y otra vez. Ay, dios, Dai, si la hubiera creído en aquél entonces me habría sido todo mucho más fácil. Porque luego… luego… “


“ ¡¿Luego qué?! “ prácticamente le grité.


Estaba al borde de una crisis nerviosa, tenía los pelos de punta y la preocupación aflorando por cada poro de mi piel. Lo que me había contado Beth hasta el momento no parecía ser para nada alarmante, pero yo sabía que ahora llegaba la parte importante. La parte en la que Beth me desvelaba por fin su preciado secreto, e intuía que no era nada bueno. Tenía mucho miedo y no quería saber el final, pero a la vez necesitaba comprobar que mi amiga estaba bien. Porque… ¿lo estaba, verdad?


“ Dai… “ dijo Beth dulcemente. “ si no quieres que siga… “


Dios, no entendía como Beth podía estar tan tranquila cuando yo estaba a punto de lanzarme por la ventana. Pero lo más importante… ¿realmente ella pensaba que había alguna remota posibilidad de que yo la dejara ir sin terminar? Porque si era así, estaba muy loca.


“ Beth, por dios, sigue de una vez. “ la insté.


“ Umm…bien…” dijo un poco decepcionada. Creo que ella esperaba que le dijese que no quería oírlo, que no quería formar parte de aquello. Pero estaba muy equivocada. No pretendía quedarme al margen de la situación, nunca lo había hecho, y juré que aquella no sería la primera vez. “ Llegamos al médico diez minutos después de salir de casa, y mi madre estaba que se subía por las paredes. Probablemente tenía muchísima jaqueca, porque no la había dejado de molestar en todo el trayecto. Le había repetido una y otra vez que quería irme a casa porque estaba en perfecto estado, y que las madres normales no llevan a sus hijas al médico por una simple fiebre inofensiva. La verdad era que me encontraba un poco mal, pero no iba a admitirlo delante de ella. Me preguntó cuánto hacía que me encontraba mal, y le expliqué que había empezado a perder peso unas semanas atrás. Al oír lo del peso y el cansancio aún se puso más nerviosa, y se apresuró a bajar del coche en cuanto llegamos. Una vez dentro de la clínica, tuvimos que esperarnos una media hora para que nos atendieran. Yo cada vez me encontraba peor, sentía que necesitaba tumbarme y descansar eternamente. Creí que me moría, pero finalmente, después de treinta largos minutos, puede que los treinta minutos más largos de mi vida, el doctor nos hizo pasar al consultorio. Era una habitación cálida y acogedora, pero la noticia que oirían aquellas cuatro paredes era espantosa, realmente espantosa. Jaime, – así se llamaba el médico – me preguntó lo mismo que mi madre. Después de oír todo lo que yo tenía que decirle sobre los síntomas experimentados recientemente, me hizo algunas pruebas con sus aparatitos especiales, y el ambiente agradable que se había instalado en la pequeña habitación se enrareció de pronto. La cara de Jaime se ensombreció, y miró a mi madre con preocupación. Mi madre se puso histérica, y le zarandeó exigiéndole que nos dijera lo que estaba ocurriendo. Un poco desconcertado por la repentina rabieta de mi madre, Jaime me miró y vi un destello triste en su mirada. Dios mío, pensé. ¿Tan grave es? Y pareció que él había captado lo que estaba pensando, porque me asintió imperceptiblemente para no contrariar más a mi pobre y sobreprotectora madre. Después de calmar a mi madre, Jaime se sentó en su silla, se quitó las gafas y nos miró durante unos instantes. Unos segundos después, se frotó los ojos con los dedos y se dispuso a hablar. Nos contó que los resultados de los análisis demostraban que era probable que padeciera un cáncer en la sangre. “


“ ¡¿Un cáncer en la sangre?! “ me apresuré a decir. “ Dios, Beth, dime que no es algo malo, por favor, dime que un cáncer en la sangre es algo leve y… curable. “


La miré esperanzada, pero su mirada hizo desaparecer la poca fe que me quedaba. Era una mirada triste y vacía de aquella vitalidad que siempre acompañaba a mi muñequita fuese a donde fuese. Amaba aquella mirada. Pero la mirada que encontraba ahora ante mí me asustó más que cualquier palabra que pudiese haber dicho Beth hasta el momento. Estaba paralizada por el terror. Mis articulaciones estaban en tensión constante, y sentía que en cualquier momento iba a desmayarme.


“ Dai, se nota que no prestas atención en clase de biología. “ me dijo intentando imitar una sonrisa. No obstante, yo sabía de sobras qué aquella sonrisa era falsa, lo supe con tan solo mirarla a los ojos, porqué no había ningún atisbo de felicidad en ellos. Al contrario, habían oscurecido hasta tal punto que parecían negros.


“ Si, bueno, digamos que no es mi asignatura favorita. “ dije aún muy nerviosa y preocupada.


“ Siento ser yo quien tenga que abrirte los ojos, pero el cáncer de sangre es… “
Hizo una pausa, dudando sobre si tenía que seguir o no.


“ …leucemia.” Terminó al fin.


“ Oh, no. “

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Espero que os hayaa gustadoo, enseriooo COMENTAAAAAAAD, criticas buenas y/o malas se acepta todo porque sabemos que NADIE ES PERFECTO ;)








besoos





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